UNA MUJER PODEROSA EN LA EDAD MEDIA: LEONOR
En una época en la que imperaba la dominación de los hombres sobre las mujeres Leonor fue dos veces reina, acudió a las cruzadas con los hombres, consiguió la anulación por el Papa de su primer matrimonio, incluso después de haber tenido dos hijos, se casó con quien ella misma decidió, fue mecenas de trovadores y juglares, promocionó la cultura e, incluso, cambió las costumbres de la Corte allá donde fue.
Considerada por muchos la primera feminista de la historia, Leonor vivió 82 años, cuando la esperanza de vida en la Edad Media era mucho menor y, siendo ya una anciana de casi 80 años, demostrando una gran fortaleza, viajó a Castilla para elegir, de entre sus nietas, a la que se convertiría en Reina de Francia, Blanca de Castilla.
Pero veamos un poco más sobre la vida de Leonor…
Primeros años
En el año 1122 nacía Leonor en la ciudad de Poitiers. Era hija de Aenor de Chatellerault y Guillermo X, Duque de Aquitania (situado en la zona sur de Francia). Recibió una educación esmerada, muy instruida en letras pero también con conocimientos de caza y de estrategia militar. Se transformó así en una mujer culta, inteligente, hermosa, seductora y muy ambiciosa.
Reina de Francia
Con 15 años heredó el Ducado de Aquitania, la región más amplia y rica del Reino de Francia, lo que la convirtió además en la noble más poderosa de Francia.
Esto hizo que el mismísimo Rey de Francia pactara con sus padres su matrimonio con su propio hijo, Luis VII, por lo que tras el enlace ascendió al trono francés.
Luis VII de Francia, apodado “Rey Piadoso”, estaba enamorado de Leonor, pero no estaba muy interesado en los asuntos de la cama, por lo que la apasionada Leonor se aburria soberanamente con su marido. Decía Leonor, para burlarse de él, que se había casado con un monje y no con un hombre.
Así que los hijos tardaron en llegar y Leonor, mientras tanto, se ocupó de alegrar la gris y austera Corte francesa. Organizaba grandes fiestas que llenaba de colores, música, trovadores y juglares. Y animaba a las cortesanas a llevar corsés para realzar su figura y a lucir amplios escotes llenos de sensualidad.
Todo esto, en un mundo en el que los hombres sometían a las mujeres, le granjeó el odio de muchos, a lo que Leonor, por supuesto, hizo oídos sordos. Ella estaba dispuesta a continuar favoreciendo la cultura y sobre todo el amor cortés, en el que la mujer es el centro de atención, hermosa e inalcanzable y el caballero le rinde su amor de manera absoluta y sincera.
Cruzadas
En el año 1145 Luis decidió iniciar la Segunda Cruzada para lo que reunió un gran ejército y se dispuso a marchar a Tierra Santa para combatir a los herejes. Leonor decidió ir y, aunque a Luis no le agradó la idea, no pudo impedírselo puesto que Leonor se impuso como Duquesa de Aquitania y, por tanto, con derecho a ir como el resto de nobles que los acompañaban.
Así que partieron a Tierra Santa y el hecho de que fuera también Leonor animó a muchas mujeres nobles a marchar con ellos, algo poco usual en la época.
Durante el tiempo que estuvieron en Antioquía, Leonor disfrutaba acompañando a su tio Raimundo de Tolosa, al que profesaba un gran cariño, pero esto fue aprovechado por su detractores para infundar celos en su marido quien acabó creyendo que Leonor mantenía una relación incestuosa con su tío.
Finalmente la crisis en el matrimonio estalló y Luis quiso llevarse a Leonor a casa pero ésta se negó. La situación tensa entre ambos tuvo que ser dirimida por el mismísimo Papa del Vaticano que, mediando con mucha mano izquierda, logró que los esposos se acercaran de nuevo durante un tiempo. Ya tenían una hija y al poco tiempo nació otra, pero como el varón no llegaba, comenzó de nuevo a crecer tensión entre ambos.
Al cabo de un tiempo Leonor decidió romper su matrimonio alegando que su marido y ella eran familia, a pesar de que el propio Papa, en su momento, les había concedido una dispensa para casarse. Esto humilló terriblemente al Rey de Francia, pero finalmente se firmó la nulidad matrimonial.
Reina de Inglaterra
Leonor sabía que, en aquella época, siendo mujer y poseedora de una gran extensión de tierras en Francia, era un gran partido y podría ser raptada por algún noble para casarse con ella, asi que dos meses después de anular su matrimonio se volvió a casar y esta vez con el jovencísimo Enrique Plantagenet, futuro Rey de Inglaterra.
Leonor tenía entonces 30 años y Enrique 19 pero Leonor era hermosa y estaba tremendamente enamorada de Enrique que, además de joven, era fogoso y apasionado, todo lo contrario que su primer marido, Luis. No es de extrañar que tuvieran ocho hijos, uno de ellos, el favorito de Leonor, Ricardo Corazón de Leon, quien muchos recordarán como el Rey que partió a las cruzadas en el cuento de Robin Hood.
Así Leonor se convirtió en Reina de Inglaterra y, junto a Enrique, recorría las tierras para impartir justicia. Eran felices, poderosos y apasionados.
Pero siendo tal para cual, pronto comenzaron los encontronazos entre ellos y, siendo Enrique tan ardiente, no pudo resistirse a más de un escarceo amoroso, entre ellos el que tuvo con la bella Rosamunda Clifford, a la que no dudó en mostrar su amor públicamente, enfureciendo a Leonor.
La venganza no tardó en llegar, Leonor no iba a dejarse humillar y covenció a su cuatro hijos varones para enfrentarse a su padre y arrebatarle el poder.
Encerrada durante 16 años
Enrique, descubriendo la conjura, la encerró primero en el castillo de Chinon y después en la Torre de Salisbury. Nunca la perdonó.
Alli permaneció Leonor durante 16 largos años hasta que falleció Enrique y pudo salir para ver coronar a su hijo Ricardo I, Corazón de León. Tenía entonces 60 años.
Regente del Reino
Pero Ricardo, de quien algunos dicen que era homosexual, no estaba interesado ni en reinar ni en tener descendencia por lo que partió pronto a la Tercera Cruzada y, mientras tanto, Leonor tuvo que ejercer como Regente del Reino.
Finalmente, Ricardo falleció sin descendencia y Leonor consiguió coronar a otro de sus hijos, Juan I apodado Juan “sin tierra”.
Muerte
Leonor falleció en 1204 con 82 años y sus restos descansan en la abadía de Fontevraud, lugar donde en más de una ocasión quiso retirarse a pasar el resto de su vida pero no pudo, ya que los acontecimientos la llevaron a luchar hasta el último día de su vida por su dignidad y por sus hijos, las dos cosas que probablemente más amó en este mundo, junto con la música y la poesía.