Inspiración

LA PRIMERA REINA DE ESPAÑA: JUANA

Fue la primera Reina de todo el territorio nacional tal como lo conocemos hoy en día. Una reina por derecho propio que nunca pudo reinar. Silenciada y llamada loca por culpa de los intereses de su esposo, padre e hijo. Apartada por los hombres de su vida porque les estorbaba. No le permitieron ocupar su lugar, démoselo ahora.

Juana nació en Toledo, un frío 6 de Noviembre de 1479, era la tercera de los hijos de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, por lo tanto, la pequeña Juana no estaba destinada a reinar.

La Reina andaba muy ocupada con los asuntos de gobierno por lo que probablemente no fuera una madre muy atenta, viajaba de aquí para allá constantemente, dejando el cuidado de sus hijos a nodrizas en instructores.

Juana fue educada con el rigor propio para una infanta de Castilla y pronto destacó en varias materias, danza, música, protocolo… Hablaba varios idiomas y era una excelente amazona. Una niña tan inteligente como intensa, tan pronto daba señales de fervor religioso como mostraba excepticismo y poco interés en la religión. Esto último para su madre, la devota Isabel, era una terrible frustración, por lo que ordenó mantenerlo en secreto.

Pero Juana también era presumida y muy hermosa, de cabello castaño y aspecto delicado, piel blanca y nariz fina, ojos verdes y rasgados. Una cotizada princesa.

Sus padres, que planearon estratégicamente todos los matrimonios de sus hijos, la prometieron en varias ocasiones con el fin de acrecentar o mantener su poder. Finalmente, el compromiso definitivo fue el acordado con Felipe, Archiduque de Austria. Ella tenía 16 años y él 17, no se conocían.

Así que en 1496, Juana partió con una gran escolta pero sin su familia hacia Flandes, a encontrarse con su desconocido esposo y vivir el resto de su vida e incluso ejercer de soberana de un país que tampoco conocía.

El viaje no fue fácil, tuvo varios contratiempos e incluso uno de los barcos, que transportaba 700 hombres y las vestimentas y joyas de Juana, encalló y, no pudiendo moverlo, tuvieron que abandonarlo. Cuando finalmente llegó a su destino, su prometido Felipe, no estaba allí para recibirla.

Muy sola debió sentirse Juana en aquel viaje. Separada por primera vez de su familia y siendo esta separación, en principio, para siempre. Rumbo a un país extraño, de lengua diferente, y no quedándole más opción que recurrir a su valor y dignidad como buena infanta de Castilla e hija de los Reyes Católicos.

Cuando por fin Juana y Felipe se vieron, se gustaron.  Felipe, que era bastante mujeriego, no pudo esperar para poseer a Juana y, aunque la boda estaba prevista para cuatro días después, se casaron inmediatamente con el fin de consumar el matrimonio cuanto antes.

Juana se vió muy arrollada por el ímpetu de Felipe, y tremendamente feliz de encontrar a un marido que la amaba en aquellas tierras extrañas y tan lejanas de todos su seres queridos. No obstante, la felicidad le duró poco a Juana. Pronto empezaron las infidelidades de Felipe, acostumbrado a tener en su cama a todas las damas que se le antojaban, y no teniendo la más mínima intención de cambiar de costumbres por el mero hecho de tener una esposa.

Esto a Juana le irritaba, le provocaba inseguridad, indignación, celos, ira, ¡ella era su esposa y además la infanta de Castilla! Sus padres eran los soberanos más poderosos sobre la tierra y Felipe la humillaba sin miramientos.

Juana trató de retener a Felipe a su lado, sintiéndose sola, utilizada y abandonada, trataba de motivar a su marido con su pasión, pero a Felipe esto le irritaba más que otra cosa, y pronto comenzaron a surgir terribles peleas entre ambos.  A la vez Juana se esforzaba por encajar en la corte flamenca, tan diferente de la española.

Felipe, de vez en cuando, accedía a acostarse con Juana, sobre todo para no escucharla, pero continuaba sus aventuras amorosas. Así, Juana y Felipe tuvieron seis hijos.

Los momentos en los que estaban juntos eran los únicos momentos en los que Juana no se sentía sola y abandonada, los únicos instantes en los que se sentía amada.

A pesar de todo, Juana era un mujer fuerte y valiente. Acompañaba a su marido allá donde fuera por miedo a sus infidelidades, y no le importaba encontrarse bien o mal, lo importante para ella era estar al lado de su esposo. Embarazada de nueve meses acompañó a Felipe a una fiesta y, sintiéndose mal, se retiró al retrete comentando que estaba levemente indispuesta. En el retrete dio a luz a Carlos I de España y V de Alemania, el que sería soberano del mayor reino del mundo.

Falleció el Infante Don Miguel de Portugal, sobrino de Juana y heredero de la Corona de los reinos de los Reyes Católicos, así que repentinamente Doña Juana se convirtió en heredera de la corona española. Felipe y Juana marcharon a España con el fin de que las cortes juraran a Juana como heredera.

Tras un tiempo en España, y una vez convertido en heredero, Felipe decidió volver a sus reinos, la corte española no le gustaba y a la corte española no le gustaba él, demasiado  desdeñoso y vanidoso. Además, Felipe deseaba separarse de Juana para seguir sus rutinas amorosas, Juana lo agobiaba con sus caricias y sus besos. Tuvo suerte Felipe de que Juana había dado a luz de nuevo a otro de sus hijos y sus padres convinieron que era mejor que ella se quedara en España. Así Juana se quedó desolada viendo partir a su esposo, al que tanto amaba y al que no podría vigilar en la distancia.

La inseguridad se apoderó de ella de nuevo, los nervios, la ansiedad, los celos, el descontrol sobre su propia vida la paralizaba o la alteraba.
Se trasladaron entonces al Castillo de Mota,  y la desolada Juana, en sus noches de ansiedad, pensó que podría alcanzar a su esposo corriendo por los caminos y más de una vez fue en su busca, estuviese como estuviese. Ella quería escapar e ir al lado de su marido, pero sus padres se lo impedían. Se sentía atrapada, incomprendida, desconsolada y angustiada. Comenzaba la leyenda. Sus propios padres, no comprendiendo su desazón, empezaron a pensar que estaba loca.

Finalmente la dejaron partir para ir junto a su amado esposo.

En 1504 falleció su madre, Isabel, y Juana se convirtió en Reina de Castilla.

No obstante, su madre ya había sentando las bases de su condenación, en su testamento indicaba que hasta que no se comprobase que Juana estaba capacitada para gobernar, lo hiciera su padre, Fernando.

Juana y Felipe partieron de nuevo a España. Traía Felipe a Juana prácticamente prisionera, no permitiendo a su llegada que se le acercase ningún noble español, por miedo a que se inmiscuyeran en los planes que tenia. Se reunió Felipe con Fernando, el Rey Católico y no llevó a Juana. Su objetivo era pactar con el Rey Católico para gobernar, pero sin Juana. Firmaron ambos un acuerdo secreto.

Felipe trató que los nobles declararan a Juana oficialmente incapaz para gobernar pero estos se negaron, Juana dio muestras de cordura ante ellos y, por lo tanto, no les dio ningún motivo.

No obstante Felipe continuó con la conjura contra Juana, dando signos de ser ambicioso, conspirador y sobre todo, de despreciar a Juana. Los nobles españoles no estaban a gusto con él.

Finalmente, en 1506, Felipe enfermó y falleció.

Juana, que tanto lo amaba, no podía creerlo. No quería apartarse de su lecho. No quiso que se acercara ninguna mujer al cuerpo de su marido, mandó embalsamar el cuerpo y ordenó que lo trasladaran a la Cartuja de Miraflores. No permitió que lo enterraran, quedó el cuerpo en el féretro y el ataúd cerrado con llave. Una llave que ella llevaba permanentemente encima. Fue a verle dos veces y abrió el ataúd para llorar sobre el cuerpo de su marido.

Juana se deprimió. No quería firmar los documentos ni recibir a los nobles. Estaba sumida en una profunda tristeza que nadie comprendía.

A los dos meses, un poco más recuperada, comenzó a ocuparse de los asuntos del gobierno, pero los nobles empezaron a agobiarla con casarse de nuevo. Esto Juana no podía soportarlo.

Surgió un brote de epidemia de peste en Burgos y los nobles presionaron a Juana para que se alejara de la zona. Ella no quería separarse de su marido bajo ningún concepto y decidió que se trasladasen los restos de Felipe a Granada. Así inició el viaje, siempre junto al ataúd de Felipe, embarazada y viajando solo de noche, porque así de oscura y triste se sentía en su interior, manifestando que “había perdido el sol de su alma”.

En Torquemada se sintió indispuesta y dio a luz a la infanta Catalina, hija póstuma del fallecido Felipe. Dar a luz sin su amado esposo fue muy doloroso para Juana.

Su suegro, el emperador Maximiliano, al enterarse de la muerte de su hijo Felipe, mandó una embajada a ver al Rey Fernando con el fin de incapacitar a Juana para que gobernase su nieto Don Carlos. En este caso, Maximiliano seria regente de España, ya que era el abuelo paterno y tenia preferencia.

Juana estaba desolada, todos los que debían amarla y cuidarla la humillaban y la apartaban, la llamaban loca, y todo por sus propios intereses.

Finalmente Juana decidió ceder y dejó el gobierno en manos de su padre hasta que su hijo Carlos fuese mayor de edad.

Fernando, satisfecho de poder gobernar, decidió que Juana debía ser encerrada en Tordesillas, pero ésta quería ir a Granada para enterrar allí a Felipe así que Fernando la engañó y mandó a la comitiva que la acompañaba que pusiera rumbo a Tordesillas sin decirle nada.

Juana sospechaba que la estaban engañando, y trató de descubrirlo pero finalmente quedo instalada en Tordesillas en 1509, de donde ya no saldría nunca y donde viviría recluida cuarenta y seis años, hasta su muerte.

Cuando falleció su padre, Fernando, nombró heredera a Juana pero dejó a su nieto Carlos como gobernador regente. Tres meses después Don Carlos, hijo de Juana, se proclamó Rey de Castilla, Aragon, Leon y Navarra, declarando que reinaría junto a su madre Juana, por lo que ésta era nombrada en todos los documentos pero nunca llegó a ver ninguno.

A su propio hijo, Carlos I, le convenía que su madre Juana estuviera encerrada y ella así permaneció, nunca se interesó por los asuntos del gobierno y jamás abandonó la lúgubre fortaleza de Tordesillas. Su hijo reinaba y ella, a pesar de que siempre supo que era la Reina de España, permitió a su hijo gobernar, y es que, al final, una madre lo da todo por un hijo, incluso el Reino más grande jamás conocido, donde nunca se ponía el sol.

¿Estaba loca Juana? O simplemente fue una mujer que se atrevió a rebelarse contra las humillaciones de su esposo, mostrando su rabia, su ira y su indignación sin tapujos. Que fue lo suficientemente valiente como para amar intensamente a pesar de no ser correspondida. Que sufrió sin esconderse y finalmente se resignó sin disimular. El destino le dio el poder de una Reina pero la situó en medio de los intereses de hombres poderosos.

Todo esto era algo que, en aquella época, no se le permitía a una mujer, y quizás por ello la llamaron loca.

¿Quieres visitar los lugares donde vivió Juana?

http://medinadelcampo.es/castillo-de-la-mota

http://www.tordesillas.net/